terminamos y volvemos a empezar otro año más.
Este año sidéreo funcionó para mí como una ventana interior, una ayuda memoria para saber cómo funcionan los días, que pueden ser muy presentes pero a la vez muy ausentes de significado. Ha sido una fuente de reconocimiento de muchos errores, y será una guía base de las cosas que debo seguir mejorando.
Un año siempre está lleno de sorpresas, de luz y de sombras, saber llevarlos y saber hacer lo que mejor nos parezca con el tiempo que se nos da parece ser la mejor de las respuestas a muchas interrogantes.
Tanto tiempo me he pasado cuestionándome la vida, que me olvide que quien la vive soy yo. Pregunta tras pregunta que dejaba en el camino, y no volteaba a mirar si lo que había cubierto con mi pregunta podría haber sido una respuesta.
Las reacciones inmediatas, las pausas, las risas, los llantos, las caídas y las subidas todas son necesarias para enseñarnos a conocer quiénes somos, no basta con solo preguntarlo hay que descubrirlo día a día, y abrazarlo tal y como es, grande o pequeño.
Un día me propuse dejar los rencores de lado, abrazar las risas por otro, respirar y cerrar los ojos para conocer cuál era la diferencia entre estar conciente y estar presente, correr sin parar para saber qué era el cansancio verdadero, estoy orgullosa de saber que en un año, verdaderamente hago lo que me gusta, lo que no; lo que debo y lo que no debo, creo que no me falta nada, y si falta algo siempre vendrán nuevos días y nuevos retos.
Ha sido para mí, un buen año sidéreo.
sábado, 1 de enero de 2011
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